La Santa Mártir Cirenia (Κυριαίνα) era de Tarso en Clicia, y Santa Juliana era de la ciudad de Roso. Estas mujeres virtuosas se dedicaron a obras de caridad y filantropía cristiana durante el reinado del emperador Maximiano Galerio (305-311). Cuidaban a los huérfanos, consolaban a las viudas pobres y trataban a los enfermos sin cobrar honorarios. Sabían leer y escribir un poco, pero estaban muy ansiosos y siempre encontraban la manera de apoyar la fe de quienes padecían pobreza, injusticia u otras pruebas.

Muchas veces lograron llevar a los paganos a la luz de Cristo a través del Evangelio y por su propia paciencia y bondad.

Las santas fueron arrestadas por Marcian, el gobernador de Cilicia, quien trató de obligarlas a negar a Cristo, pero se negaron a hacerlo. Por lo tanto, Marcian le afeitó el cabello y las cejas a Cirenia y la obligó a caminar desnuda por las calles de Tarso. Luego, ella y Juliana fueron llevadas a la ciudad de Roso, donde las quemaron vivas. Sobrellevaron esta horrible muerte con admirable constancia y abnegación, obteniendo así la incorruptible corona del martirio de Cristo.