Diócesis de México
Iglesia Ortodoxa en América
O. C. A.
16 de Febrero

  • Mártires: Presbítero Pánfilo, Diácono Valente , Pablo, Seleuco, Porfirio, Julián, Teodolo, Elías, Jeremías, Isaías, Samuel, y Daniel, en Cesarea, Palestina.
  • San Marutas, Obispo de Martiropolis en Mesopotamia.
  • Mártires Persas en Martiropolis, Mesopotamia.
  • San Nicolás, Igual a los Apóstoles, Arzobispo de Japón.
Mártir Pánfilo y sus acompañantes

Los Santos Mártires Pánfilo el Presbítero, Valente el Diácono, Pablo, Porfirio, Seleucio, Teódulo, Juliano, Samuel, Elías, Daniel, Jeremías e Isaías sufrieron durante la persecución en contra de los cristianos, iniciada por el emperador Diocleciano en los años 308-309 en Cesarea, Palestina.


El santo mártir Pánfilo, un nativo de la ciudad de Beirut, fue educado en Alejandría, y después fue ordenado sacerdote en Cesarea. Dedicó mucho de su trabajo a cotejar  manuscritos y corregir los errores de los copistas en los textos del Nuevo Testamento. Los textos corregidos por San Pánfilo fueron copiados y distribuidos a cualquiera que los quisiese. Muchos paganos fueron convertidos a través de ellos.


Sus obras y otros trabajos en Cesarea fueron reunidos en una extensa biblioteca de libros espirituales disponibles para la iluminación de los cristianos. San Jerónimo (Ss. IV-V) respetaba profundamente a San pánfilo y se consideraba afortunado de haber encontrado y adquirido algunos de sus manuscritos.


Asistiendo activamente a San Pánfilo en la proclamación de la fe en Cristo, se encontraban San Valente, diácono de la iglesia de Eleia, quien era un hombre encorvado por la edad y letrado en las Sagradas Escrituras, y San Pablo, de ferviente fe y amor a Cristo Salvador. Los tres fueron aprisionados dos años pro Urbano, el gobernador de Palestina, Cesarea.  


Durante el gobierno de su sucesor Firmiliano, 130 cristianos fueron sentenciados en Egipto y enviados a Cilicia (Asia Menor) para que trabajaran en las minas de oro. Cinco hermanos jóvenes los acompañaron a su lugar de exilio. Cuando regresaban a Egipto fueron detenidos en Cesarea y arrojados en la prisión por haber confesado su fe en Cristo.


Los jóvenes comparecieron ante Firmiliano, junto aquellos que habían sido aprisionados anteriormente: los Santos Pánfilo, Valente y Pablo. Los cinco jóvenes egipcios tomaron nombres de  profetas del Antiguo Testamento, Elías, Jeremías, Isaías, Samuel y Daniel. Cuando se les pregunto de donde eran, los jóvenes respondieron que eran ciudadanos de Jerusalén, dando a entender la Jerusalén celestial. Firmilianno no sabía nada acerca de dicha ciudad, ya que Jerusalén había sido arrasada por el emperador Tito en el año 70. El emperador Adriano (117-138) construyó una nueva ciudad sobre las ruinas, la cual llamó Aelia Capitolina.  


Firmiliano torturó a los jóvenes por mucho tiempo. Buscaba conocer la localización de aquella ciudad desconocida, y quería persuadir a los jóvenes para que apostataran. Pero no logro nada, y el gobernador ordenó que los decapitaran con la espada junto con Pánfilo, Valente y Pablo.


Antes de que esto ocurriera, sufrió el martirio un siervo de Pánfilo, el joven Porfirio de dieciocho años de edad. Él había escuchado la sentencia de muerte para los mártires condenados, y le pidió permiso al gobernador para sepultar sus cuerpos después de la ejecución. Por esto fue sentenciado a muerte, y arrojado al fuego.  


Un testigo de esta ejecución, el piadoso cristiano Seleucio, que fue soldado, saludando las obras de los sufrientes, fue a Pánfilo y le hablo de la muerte pro martirio de San Porfirio. Fue capturado entonces por soldados, y por órdenes de Firmiliano, fue decapitado con la espada junto a los que estaban condenados.


Uno de los siervos del gobernador, Teódulo, un hombre de edad venerable y cristiano en secreto, se encontró con los mártires que eran llevados a ser ejecutados, los abrazó y les pidió que oraran por él. Y entonces fue arrestado por los soldados de Firmiliano, quien ordenó que lo crucificaran.


El joven Juliano, un nativo de Capadocia que había venido a Cesarea, vio los cuerpos de los santos que habían sido arrojados a las bestias sin tener un funeral. Juliano fue de rodillas y veneró los cuerpos de los sufrientes. Los soldados que se encontraban cerca de la muralla lo atraparon y se lo llevaron al gobernador, quien lo condenó a la hoguera. Los cuerpos de los doce mártires permanecieron sin ser sepultados por cuatro días, pero ni las bestias ni las aves los tacaban. Avergonzado por esta situación, los paganos les permitieron a los cristianos tomar los cuerpos y sepultarlos.  

 

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