Diócesis de México
Iglesia Ortodoxa en América
O. C. A.
25 de Enero

  • San Gregorio el Teólogo, Arzobispo de Constantinopla
  • San Moisés, Arzobispo de Nóvgorod
  • Mártir Felicitas de Roma y sus siete hijos: Januario, Felix, Felipe, Silvano, Alejandro, Vitalio y Marcial
  • Venerable Publio, Asceta de Siria
  • San Mares de Siria
  • Iconos de la Santísima Teotocos de la “ALIVIADORA DE MI AFLICCIÓN” (Traslado a Moscú en 1640), y de “LA ALEGRÍA INESPERADA”

San Gregorio el Teólogo

San Gregorio el Teólogo, Arzobispo de Constantinopla, un gran Padre y maestro de la Iglesia, nació dentro de una familia cristiana de ilustre linaje en el año 329, en Arianzo (no muy lejos de la ciudad Capadocia de Nacianzo). Su padre, que se llamaba al igual Gregorio (1 de Enero), era Obispo de Nacianzo. Su hijo San Gregorio Nacianceno es a quien encontramos en la teología patrística. Su piadosa madre, Santa Nona (5 de Agosto), oraba a Dios para que le diera un hijo, prometiéndole dedicarlo al Señor. Su súplica fue escuchada, y ella nombró al niño Gregorio.


Cuando el niño estaba aprendiendo a leer, su madre lo introdujo a las Santas Escrituras. San Gregorio recibió una completa y extensiva educación: después de estudiar en casa con su tío San Anfiloquio (3 de Noviembre), un experimentado maestro y retórico, estudio en las escuelas de Nacianzo, Cesarea en Capadocia, y en Alejandría. Después el santo decidió ir a Atenas para completar su educación.


En el camino de Alejandría a Grecia, una terrible tormenta los azotó su embarcación por muchos días. San Gregorio era solo un catecúmeno en ese tiempo, y temía perecer en el mar antes de ser purificado por las aguas del Bautismo. San Gregorio permaneció en la popa del barco por veinte días, pidiéndole salvación al Dios misericordioso. Prometiéndole dedicarse a Dios, y fue salvado cuando invocó el nombre del Señor.  


San Gregorio pasó seis años en Atenas estudiando retórica, poesía, geometría, y  astronomía. Sus maestros fueron los renombrados retóricos paganos Gimorias y Proeresias. San Basilio, el futuro Arzobispo de Cesarea (1 de Enero) también estudió en Atenas junto a San Gregorio. Eran amigos tan cercanos que parecían ser un alma en dos cuerpos. Julián, el futuro emperador (361-363) y apostate de la fe Cristiana, estudió filosofía en Atenas al mismo tiempo.


Después de completar su educación, San Gregorio permaneció por algún tiempo en Atenas como maestro de retórica. También estaba familiarizado con la filosofía y literatura pagana.


En el año 358, San Gregorio dejó Atenas silenciosamente y regresó con sus padres a Nacianzo. A la edad de treinta años, recibió el Bautismo de manos de su padre, quien había sido designado Obispo de Nacianzo. En contra de su voluntad, San Gregorio fue ordenado al santo sacerdocio por su padre. Sin embargo, cuando el anciano Gregorio deseaba hacerlo obispo, San Gregorio escapó para reunirse con su amigo Basilio en el Ponto. San Basilio había organizado un monasterio en el Ponto y le había escrito a Gregorio invitándolo a ir.  

San Gregorio permaneció con San Basilio por varios años. Cuando su hermano San Cesáreo (9 de Marzo) murió, él regresó a casa para ayudar a su padre a administrar la diócesis. Dicha iglesia local se encontraba en problemas debido a la herejía arriana. San Gregorio tuvo la difícil tarea de reconciliar al Obispo con su rebaño, quien había condenado a su pastor por haber firmado una ambigua interpretación de los dogmas de fe. 


San Gregorio convenció a su padre de la naturaleza perniciosa del Arrianismo, y lo fortaleció en la Ortodoxia. Durante este tiempo, el Obispo Antímo, quien pretendía ser ortodoxo pero que realmente era un hereje, se hizo Metropolitano de Tirana. San Basilio había sido consagrado como Obispo de Cesarea, Capadocia. Y Antímo deseaba separarse de San Basilio y dividir la provincial de Capadocia.


San Basilio Magno hizo a San Gregorio obispo de la ciudad de Sásima, una pequeña ciudad ubicada entre Cesarea y Tirana. Sin embargo, San Gregorio permaneció en Nacianzo para poder ayudar a su agonizante padre, y él guio a esta ciudad por algún tiempo después de la muerte de su padre en el año 374.


Después de la muerte del Patriarca Valente de Constantinopla en el año 378, un concilio de obispos invitó a San Gregorio para que ayudara a la Iglesia de Constantinopla, que se encontraba desolada por los herejes. Obteniendo el consentimiento de San Basilio Magno, San Gregorio llegó a Constantinopla para combatir la herejía. En el año 379 comenzó a servir y predicar en una pequeña iglesia llamada “Anastasis” (Resurrección). Así como David peleó contra los Filisteos con una honda, así mismo San Gregorio batallo en contra de toda posibilidad para vencer la falsa doctrina.  


Los herejes estaban en su mayoría en la capital, eran arrianos, macedonianos, y apolinaristas. Entre más predicaba, el número de herejes disminuía, y el número de ortodoxos crecía. En la noche de Pascua (21 de Abril del 379), cuando San Gregorio estaba bautizando a los catecúmenos, una turba de herejes armados entró a la iglesia y arrojó piedras a los ortodoxos, matando a un obispo e hiriendo a San Gregorio. Mas la fortaleza y benignidad del santo eran su armadura, y con sus palabras convirtió a muchos a la Iglesia Ortodoxa.


Las obras literarias de San Gregorio (discursos, letras, poemas) lo muestran como un digno predicador de la verdad de Cristo. Tenía un don literario, y el santo buscó ofrecer su talento a Dios Verbo: “ofrezco este don a mi Dios, a Él le dedico este don. Estos es lo me queda como tesoro. Deje todo lo demás por orden del Espíritu. Di todo lo que tenía para obtener la perla de gran valor. Tan solo domino las palabras, como sirviente del Verbo. Nunca depreciar intencionalmente  esta riqueza. La apreció, la valoro, me consuela más que a todos aquellos que se consuelan con tesoros mundanos. Este don es el compañero de toda mi vida, una gran consejero y conversador; un guía en al camino al Cielo y un ferviente co-asceta.” Para poder predicar la Palabra de Dios propiamente, el santo cuidadosamente preparó y revisó sus obras.


En cinco sermones, o “Discursos Teológicos,” San Gregorio primeramente define las características de un teólogo, y quien ha de teologizar. Solo aquellos que tienen experiencia pueden razonar propiamente acerca de Dios. Aquellos que han tenido éxito en la contemplación y, más importantemente, aquellos que son puros de alma y cuerpo, y completamente desinteresados. El razonar acerca de Dios propiamente es posible tan solo para aquel que lo hace con fervor y reverencia.


Explicando que Dios ha ocultado su Esencia a la humanidad, San Gregorio demuestra que es imposible para aquellos en la carne el ver objetos mentales sin mezclarlos con lo corpóreo. Hablando acerca de Dios en un sentido positivo es posible solo cuando nos liberamos de las expresiones externas de las cosas y de sus efectos, cuando nuestra guía, la mente, no se adhiere a las impuras imágenes transitorias. Respondiendo a los eunomianos, que presumían el comprender la Esencia de Dios a través de la especulación lógica, el santo declaró que el hombre percibe a Dios cuando la mente y la razón se hacen a semejanza de Dios y divinas, i.e. cuando la imagen ascienda al Arquetipo. (Discurso 28:17).


Adicionalmente, el ejemplo de los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, así como los Apóstoles demostró, que la Esencia de Dios es incomprensible para el hombre mortal. San Gregorio citó el inútil sofismo de Eunomio: “Dios engendró al Hijo por su voluntad, o contrariamente a su voluntad. Si Él lo engendró en contra de su voluntad, entonces Él fue sometido a constreñimiento.   Si lo hizo por su voluntad, entonces el Hijo es Hijo por su intención.”


Refutando tal razonamiento, San Gregorio subraya el daño que esto le hace al hombre: “Tú mismo, que hablas tan imprudentemente,  ¿fuiste engendrado voluntariamente o involuntariamente por tu padre? Si fue involuntariamente, entonces tu padre estaba bajo la influencia de algún tirano. ¿Quién? Muy difícil puedes decir que fue la naturaleza, porque la naturaleza tolera la castidad. Si fue voluntariamente, entonces con pocas silabas te habrás privado de tu padre, porque te has mostrado ser hijo de la Voluntad, y no de tu padre” (Discurso 29:6)


San Gregorio recurre a las Santas Escrituras, poniendo atención particular al examinar el lugar donde se apunta la Divina Naturaleza del Hijo de Dios. Las interpretaciones de San Gregorio de las Santas Escrituras están dedicadas a revelar que el poder divino del Salvador era una realidad aun cuando asumió la deteriorada naturaleza humana para la salvación de la humanidad.


El primero de los Cinco Discursos Teológicos está dedicado a los argumentos en contra de los eunomianos por blasfemar en contra del Espíritu Santo. Examinando detalladamente  todo lo que las Santas Escrituras dicen acerca de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el santo refuta la herejía de Eunomio, quien rechazaba la divinidad del Espíritu Santo. San Gregorio llegó a dos conclusiones fundamentales. La primera, es que cuando se leen las Santas Escrituras, es necesario rechazar la exactitud literal ciega y tratarlas de entender en un sentido espiritual.  La segunda es que, en el Antiguo Testamente el Espíritu Santo actuaba de forma secreta. “Mas ahora, el Espíritu mismo habita entre nosotros y hace su manifestación más cierta, No era seguro, mientras no reconocían la divinidad del Padre, el proclamar abiertamente al Hijo; y mientras la divinidad del Hijo no era aceptada, no podían, expresar de cierta manera audaz, e imponernos la carga del Espíritu Santo” (Discurso 31:26).


La divinidad del Espíritu Santo es un tema sublime. “Miren estos hechos: Cristo nace, el Espíritu Santo es su Precursor. Cristo es bautizado, el Espíritu da testimonio de esto… Cristo obra milagros, el Espíritu los acompaña. Cristo asciende, el Espíritu toma su lugar. ¿Qué cosas grandes hay en la idea de Dios que no estén en su poder? ¿Qué títulos pertenecientes a Dios no le aplican también a Él, excepto el de  No engendrado y Engendrado? ¡Yo tiemblo cuando pienso en dicha abundancia de títulos, y cuantos numerosos Nombres han blasfemado aquellos que se revelan en contra del Espíritu! (Discursos 31:29).


Los Discursos de San Gregorio no se limitan solamente a este tema. También escribió Panegíricos acerca de los Santos, Discursos Festivos, dos invectivas en contra de Julián el Apóstata,  “dos pilares, en los cuales la impiedad de Julián queda registrada de forma indeleble para la prosperidad”, y varios discursos acerca de otros temas. En total, se han preservado cuarenta y cinco de los discursos de San Gregorio.


Las cartas del santo pueden ser comparadas favorablemente con sus obras teológicas. Todas ellas son claras y concisas. En sus poemas como en todas sus obras, San Gregorio se enfocaba en Cristo. “Si los largos escritos de los herejes son nuevos salterios diferentes a los de David, y honran sus bellos versos como a un tercer testamento,  entonces debemos todos cantar Salmos, y comenzar a escribir mucho y componer poesía,” dijo el santo. Acerca de su don poético el santo escribió: “Soy un órgano del Señor, y dulcemente… glorifico al Rey, temblando ante Él.”


La fama de este predicador Ortodoxo se esparció por el Oriente y Occidente. Mas el santo vivía en la capital como si viviese en el desierto: “su comida era comida del desierto; su ropa era solo la necesaria. Hacia visitas sin pretensión, y a pesar de estar cercano a la corte, no buscaba nada de la corte.”


El santo recibió una fuerte conmoción mientras estaba enfermo. Uno al que consideraba su amigo, el filósofo Máximo, fue consagrado en Constantinopla para ocupar el lugar de San Gregorio. Herido por la ingratitud de Máximo, el santo decidió renunciar a la catedra, pero su fiel rebaño se lo impidió. Y la gente arrojó al usurpador fuera de la ciudad. El 24 de Noviembre del 380, el santo emperador Teodosio llegó a la capital y, haciendo cumplir su decreto en contra de los herejes, la iglesia principal les fue devuelta a los Ortodoxos, con San Gregorio haciendo una entrada solemne. Un atentado en contra de la vida de San Gregorio fue planeado, pero en su lugar el asesino apareció ante el santo lleno de lágrimas de arrepentimiento.


Durante el Segundo Concilio Ecuménico en el año 381, San Gregorio fue elegido como Patriarca de Constantinopla. Después de la muerte del Patriarca Melecio de Antioquía, San Gregorio presidió el Concilio. Esperando reconciliar el Occidente con el Oriente, ofreció reconocer a Paulino como Patriarca de Antioquía.


Aquellos que habían actuado en contra de San Gregorio y en pro de Máximo, particularmente obispos egipcios y macedonios, llegaron tarde al Concilio. No queriendo reconocer al santo como Patriarca de Constantinopla, ya que fue elegido durante su ausencia.


San Gregorio decidió renunciar a su cargo para preservar la paz en la Iglesia: “¡Déjenme ser como el Profeta Jonás! Yo soy responsable por la tormenta, pero me sacrificaré para salvar el barco. Sujétenme y arrójenme… No me sentí feliz cuando ascendí al trono, y gustosamente descenderé de él.”


Después de expresar al emperador su deseo de renunciar a la capital, San Gregorio apareció nuevamente en el Concilio para presentar su discurso de despedida (Discurso 42) pidiendo que lo dejaran ir en paz.  


Al regresar a su provincia natal, San Gregorio dirigió su atención en la incursión de los herejes apolinaristas en el rebaño de Nacianzo, y estableció allí al piadoso Eulalio como obispo, mientras que se retiraba a la soledad en su tan estimado Arianzo. El santo, siendo devoto de la verdad de Cristo continuó afirmando la Ortodoxia a través de sus letras y poemas, mientras permanecía en el desierto. Murió el 25 de Enero del 389, y es honrado con el título de “Teólogo,” como también se le honra al Santo Apóstol y Evangelista Juan.


En sus obras, San Gregorio, como aquel otro Teólogo que fue San Juan, se dirige en todo hacia el Pre-eterno Verbo. San Juan de Damasco (4 de Diciembre), en la primera parte de su libro “Exacta Exposición de la Fe Ortodoxa”, siguió la dirección de San Gregorio el Teólogo.


San Gregorio fue sepultado en Nacianzo.  En el año 950, sus santas reliquias fueron transferidas a Constantinopla a la iglesia de los Santos Apóstoles. Más tarde, una porción de sus reliquias fueron transferidas a Roma.


En apariencia, el santo era de estatura mediana y algo pálido. Tenía cejas pobladas, y una barba corta. Sus contemporáneos ya lo llamaban santo. La Iglesia Ortodoxa, honra a San Gregorio como el segundo Teólogo y profundo escritor acerca de la Santísima Trinidad.

“Oh Glorioso Padre Gregorio, tu conocimiento ha vencido la soberbia de la falsa sabiduría. La iglesia se viste de tu enseñanza como con manto de justicia. Nosotros tus hijos celebramos tu memoria exclamando: ¡Alégrate, oh padre de sabiduría insuperable! Contaquio


 

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